Foto: Yevgeni Jaldéi. El soldado soviético Melitón Kantaria
El soldado soviético que izó la bandera en el Reichstag (Parlamento alemán en el centro de Berlín) se llama Melitón Kantaria. En una pared interna de ese recinto hay anotaciones en ruso de los soldados soviéticos.
Foto: Antoinevandermeer. El Soldado Libertador Soviético, esculturaprincipal del monumento conmemorativo.
Una de las principales condiciones para que la Unión Soviética aceptara la «reunificación alemana» fue que el estado alemán se comprometiera de por vida, indefinidamente, garantizar la preservación de los tres monumentos de guerra, especialmente en memoria a los ochenta mil soldados soviéticos (80.000) que cayeron en la toma de Berlín; uno de esos monumentos se encuentra en el corazón de la capital alemana, en el parque Tiergarten, a pocos pasos del Reichstag.
Serdar Somuncu, un conocido cabaretista alemán de ascendencia turca, tiene mucho éxito con su programa «el pequeño nazi en cada uno de nosotros», siempre empieza su actuación preguntando: ¿Na, dónde se esconde pues en nosotros el pequeño nazi? Hace algún tiempo se quiso desvalorizar esa foto; en la foto original, se ve al soldado izar la bandera roja, en el brazo lleva puesto varios relojes. A uno de los monumentos le llaman aquí «monumento al violador desconocido», pues es sabido que al llegar el ejército soviético a Berlín, soldados violaron a cuanta mujer se encontraba en el camino. En los albores de lo que iba a ser la República Democrática Alemana (RDA), los comunistas que vivieron en la clandestinidad o que habían escapado a la Unión Soviética, entre ellos el “Grupo Ulbricht”, tomaron la dirección de la ciudad de Berlín; en una de sus reuniones dominicales uno de al fondo de la sala pregunta “¿cómo deberían actuar los médicos antifascistas ante la solicitud de aborto de las mujeres violadas?; de nuestra parte es necesario una posición clara, personalmente opino que en estos casos se debe permitir oficialmente el aborto”; “a las mujeres trabajadoras tenemos que darles el derecho al aborto”, secundó uno, otro planteó “no debemos escondernos, precisamente como comunistas alemanes debemos distanciarnos de esos delitos de los soldados soviéticos, en caso necesario condenar públicamente”, al cabo de unos minutos de discusión Ulbricht dice: “No habrá una posición de nuestra parte, no habrá aborto por tales casos mencionados; aquellos que se exasperan por esos delitos, han debido exasperarse cuando Hitler empezó su guerra”. Nunca más se habló de ese tema.
En los ochenta, en Schleswig Holstein, recién llegadito de Moscú tuve oportunidad de conversar con ancianos, soldados alemanes que participaron en la guerra, curiosos de cómo un extranjero de allende los mares conocía algo más de la historia alemana y de la Gran Guerra Patria, como se le llama a la defensa soviética de la agresión fascista alemana; aceptaron una conversación franca y amena; tenían enormes deseos de hablar, de sacar todo ese recuerdo del alma. — ¿Cómo mataban?— pregunto, —las violábamos y las quemábamos—, —¿las quemaban?—, —sí, las llevábamos a la iglesia, metíamos a todos y les prendíamos fuego—. El ataque alemán a la Unión Soviética causó la muerte a veinte millones de personas (20’000,000). Todo el pueblo alemán apoyó, activa y pasivamente, a los objetivos de expansión alemana; no todos, también hubo, en reducido número, un minúsculo grupo de alemanes que actuaron activamente en contra de esos objetivos. Tengo el privilegio de tener amistad con el nieto de uno de la resistencia militar, del entorno del Coronel Stauffenberg.
Por: C²
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