Foto: unesco.org / © Fama Producciones, 2010
Por: V.B.R.
Entre las diversas manifestaciones culturales que se desarrollan en Bolivia, las fiestas populares tienen un atractivo particular, no solo por sus orígenes y trasfondos ancestrales o sincréticos, sino porque estas festividades se actualizan constantemente y se articulan con el funcionamiento cotidiano de las comunidades que las celebran.
Historia
Aunque históricamente solo las culturas andinas (o más bien, la reducción al cliché de las mismas), han tenido mayor proyección internacional, el vasto territorio amazónico boliviano es cuna de diversas culturas, que viven y se desenvuelven con una ritualidad propia. Una de ellas es la moxeña o mojeña, una cultura de habla arawac, establecida en la población de San Ignacio de Moxos y alrededores en el Departamento del Beni, en el noreste de Bolivia. Es una zona marcada por los asentamientos jesuíticos durante el período colonial. Los jesuitas convirtieron al cristianismo a los indígenas e introdujeron la forma organizativa del cabildo, que se mantiene hasta hoy, pero como organización comunitaria. La fiesta es organizada por el Cabildo Indigenal, que lo viene haciendo desde hace 322 años.
La Fiesta
Pero, ¿en qué consiste la Fiesta? Entre los inventarios que el Ministerio de Culturas de Bolivia publicó junto al Municipio de San Ignacio de Moxos, encontramos una descripción que se deja resumir así: la “Ichapekene Piesta” es una festividad sincrética que reinterpreta el mito fundacional moxeño de la victoria de la fe jesuítica de San Ignacio de Loyola ante las deidades originarias. Los festejos dan comienzo en el mes de mayo con fuegos artificiales, cantos y alabanzas, y prosiguen en el mes de junio con celebraciones de misas diurnas y nocturnas, velatorios, donaciones de limosnas y banquetes.
La victoria de San Ignacio se representa escénicamente con el combate entre doce guerreros solares, que visten espectaculares tocados de plumas, y los guardianes de la Santa Bandera –“señores” primigenios de los bosques y las aguas– a los que acaba convirtiendo al cristianismo. Pero la “victoria” jesuítica no anula la presencia de figuras ancestrales. En la procesión principal participan 48 grupos disfrazados con máscaras de antepasados y animales que destacan el respeto a la naturaleza. Estos grupos festivos bailan al son de la música barroca de las misiones jesuíticas y, alrededor de la medianoche, “hacen surgir de sus sombreros bengalas y petardos que simbolizan el don de la luz y la clarividencia para vivir en armonía con la naturaleza”.
La Fiesta Grande de San Ignacio de Moxos se realiza el 31 de julio, y se prolonga por 5 días consecutivos, en conmemoración de la defunción de su patrono San Ignacio de Loyola. Este año, la Ichapekene Piesta, después de dos años de candidatura, ha sido oficialmente inscrita en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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