El equipo de la revista Amaray visita zonas rurales donde se realizan permanentemente proyectos de desarrollo para el acceso de energía en hogares de zonas aisladas. Allá la realidad es otra, es más dura. Sin embargo existe tecnología con fin de mejorar la calidad de vida de los pobladores lejos de las ciudades.
La iniciativa Alemania en el Perú tiene el privilegio de poder compartir cada mes un extracto de la revista Amaray. El artículo siguiente se encuentra en la segunda edición de Amaray, noviembre 2012 enfocando el tema “Sistemas Fotovoltaicos”.
Soluciones de energía a 4000 metros de altura
Estar en las alturas, al pie de las montañas de Huancavelica, es estar debajo del sol, en un lugar en donde la naturaleza declara en cada momento su imponente magnitud. Paisajes extremos, surreales, enmarcados bajo el firmamento. Emely, una pequeña niña de 3 años, juega con dos globos; sus manos, quemadas por el frío y la sequedad del clima, desaparecen ante su agilidad y alegría, acercándose a nosotros casi como si nos estuviese esperando.
A pesar de las duras condiciones, llegar a San Juan de Yanacolpa significa también sentir el calor de aquellas familias que nos abren sus puertas luego de varias horas de viaje. Yanacolpa es uno de los anexos que forman parte del distrito de Santiago de Chocorvos, en la provincia de Huaytará, en Huancavelica. Todas comunidades que viven alrededor de los 4000 metros de altura.
Darío Toledo y Arbelia Mantarí, padres de Emely y Yesenia, desean lo mejor para sus hijas. Yesenia, de 12 años, frecuenta la escuela que se puede ver desde el pórtico de la cocina en que nos reciben, una pequeña habitación que carece de ventanas, usanza típica del lugar, con la finalidad de contrarrestar el frío.
La escuela, aunque vacía, es la construcción más cercana y su único vecino, por así decirlo. Y es que en Yanacolpa las familias viven en estancias, viviendas en su mayoría construidas en piedra y con los techos bajos que distan varios kilómetros la una de la otra. Las familias, que practican la ganadería como única actividad económica y fuente de supervivencia, recurren al pastoreo de animales como ovejas, auquénidos y caballos. Debajo el sol, a 4000 metros de altura, no es posible ningún tipo de agricultura tradicional. Además, debido a falta de leña para cocinar, las mujeres recolectan diariamente bosta (estiércol de animales de pastoreo), que luego utilizan como combustible para hacer fuego y poder cocinar en sus hogares. “La recogemos todos los días, algunas veces haciendo hasta caminatas de una hora”, nos comenta Arbelia.
En Yanacolpa, cada familia abarca grandes extensiones de terreno, sin embargo, esto no siempre garantiza suficiente alimento para sus animales. Además, el cambiante clima, que en pocos minutos puede convertirse de un día claro y soleado en una tormenta de lluvia y granizo, no favorece el manejo del ganado. Sin carreteras cercanas ni electricidad, Yanacolpa aún siente el peso del aislamiento y la falta de vías de comunicación, medio que les permitiría realizar un comercio más dinámico con la región y poder generar mayores ingresos.
Caminando en las alturas
Quedamos hipnotizados ante el inverosímil color celeste del cielo que muestra nubes a pinceladas blancas, mientras que nuestro equipo decide hacer una caminata para conocer a los demás pobladores. El día está despejado y la sequedad y el sol golpean nuestros rostros. Las familias de las otras estancias nos reciben con entusiasmo, nos cuentan de sus actividades. Nos dicen que estos últimos meses han sentido un cambio en sus vidas. Señalan a los pequeños paneles solares en el techo de sus viviendas y nos piden entrar a ver como alumbran las luminarias de los sistemas pico fotovoltaicos. También nos comentan de sus cocinas mejoradas. Nos dicen que ayudan mucho, sienten un alivio en sus vidas, ahora hay menos humo en el hogar.
Volvemos de la caminata y el sol parece esconderse para poder refrescarnos. Tal vez, no contábamos que era esta la advertencia de una fuerte lluvia que estaba por desatarse. Por suerte, estamos de vuelta y Darío nos recibe ante la inminente tormenta. Sabemos que él y su familia están acostumbrados; saben esperar de una manera distinta, a un ritmo pausado. ¿Qué hacer entonces ante condiciones tan duras, tan extremas, tan inesperadas?
Pasa el tiempo y llegamos a comprender que es esta la manera en que se vive en las alturas de muchas localidades andinas, que además, en el caso de Huancavelica, representa a una de las zonas rurales más aisladas y pobres del Perú. Pero el calor de una familia siempre salva a los náufragos y agradecemos la hospitalidad de Darío y su familia mientras compartimos con ellos momentos sentados a su mesa. Así, la noche cae y Arbelia enciende dentro de su cocina la bosta que servirá para calentar nuestros alimentos.
Estamos en una habitación de piedra, pequeña y sin ventanas. En un espacio reducido como este, el humo puede ser fatal, sobre todo si se pasa varias horas junto a un fogón o a un mechero. Sin embargo, hoy en día los pobladores de Yanacolpa ya pueden cuidar su salud a partir del acceso a energía limpia en el hogar. Ahora cuentan con una cocina mejorada que lleva los gases tóxicos al exterior a través de una chimenea y ahorra combustible; así como con un sistema pico fotovoltaico que les provee iluminación por las noches. Iluminación y energía limpia para cocinar, una combinación integral para el acceso a servicios básicos de energía en el hogar.
Cae la noche y Darío enciende una de las luminarias del sistema. Llevamos con nosotros un termómetro que marca 16°C en la habitación. ¿Pero qué temperatura hace afuera? Sabemos que hace frío por el aire que entra por las ranuras de la puerta. Además, aunque terminó de llover, aún se siente el ambiente húmedo y sabemos que en setiembre las temperaturas pueden ser bastante crudas. Para confirmarlo, dejamos el termómetro apoyado afuera de la vivienda. Salimos luego de una hora y vemos que marca 2°C. No hay duda, es un clima difícil.
Arbelia continúa cocinando y nuestra cena está casi lista. La temperatura ha bajado también dentro de la vivienda, pero sentimos que la cocina ayuda a calentarnos, razón por la cual algunos de nosotros nos acercamos a ella. Esperamos con tranquilidad nuestra cena y agradecemos el poder contar con una familia que nos ofrece su hospitalidad y nos alegra saber que las tecnologías con las que ahora cuentan significan una fuente de bienestar y salud para todos los que estamos sentados a la mesa.
Por ello, y bajo la calidez de este hogar, no podemos más que seguir buscando que personas de todo el Perú puedan acceder a tecnologías similares, que significan un ahorro para el poblador de bajos recursos y que protegen la salud de toda la familia.
Por Carlos Bertello
Encargado de Comunicaciones, Proyecto Energía, Desarrollo y Vida / GIZ – Perú
© 2015 All Right Reserved, Ciberandes-Magazin ciberandes-magazin.com